Se considera fractura a la falta de continuidad en una estructura ósea. En la mayoría de los casos, estas fracturas son consecuencia de acciones traumáticas. En el caso de las fracturas por estrés, el resultado viene dado por una reiteración prolongada y repetitiva de fuerzas o micro traumatismos de bajo impacto.
El tejido óseo se compone fundamentalmente de colágeno, un material visco elástico orgánico. Este material responde a las agresiones externas recomponiendo los daños producidos. Si las agresiones son demasiado consecutivas, los daños superan la capacidad reparadora de este material. Es entonces cuando se rompe el equilibrio destrucción-reparación, y se crea una fractura por estrés.
Mecanismo de lesión de una fractura por estrés
Este tipo de afectación se puede dividir en dos vertientes claramente diferenciadas dependiendo del origen de su producción.
En este grupo se ajustan los modelos de lesión cuyo origen viene dado por deficiencias óseas inherentes. Pacientes con osteoporosis son proclives a presentar esta lesión debido a una pérdida en la densidad mineral del hueso; las mujeres, a consecuencia de anomalías en el proceso menstrual (oligomenorreas o amenorreas), y la 3ª edad, también son más vulnerables por la misma causa. En niños, es frecuente encontrar fracturas por estrés asociadas a los cartílagos de crecimiento.
Estas lesiones se producen en un hueso como resultado de una exagerada y continuada actividad muscular realizada de manera repetitiva. El incremento de actividad muscular hace que el hueso responda con un proceso de regeneración e incremento, pero hay una etapa transitoria de recarga ósea en la que el hueso es relativamente débil y vulnerable a este tipo de fracturas, debido al desequilibrio existente entre la resistencia ósea disminuida y el aumento de la fuerza y tono muscular.
Los grupos más predispuestos a padecer este tipo de fracturas son fundamentalmente los deportistas y personas de actividad física continua. Entre los deportistas existen factores comunes a la aparición de esta dolencia:
- Incremento desordenado de la duración, intensidad o frecuencia de la actividad.
- Inadecuado período de descanso entre los esfuerzos.
- No respetar una etapa de adaptación gradual a las cargas tras una etapa sin actividad.
- Cambios bruscos en la superficie de realización de la actividad (el paso de superficies blandas a más duras)
- Alteraciones en los gestos técnicos deportivos.
- Síntomas de una fractura por estrés
Habitualmente, una fractura por estrés viene acompañada de dolor unido con la actividad, y, por lo tanto, que cede con el reposo del miembro afectado. Con la actividad continua y la consecuente fractura ósea, el dolor usualmente se vuelve constante. Los síntomas a menudo se presentan por dos a tres semanas, pero pueden llegar a complicarse hasta cinco semanas o más. Los resultados del examen físico y la palpación arrojan dolor localizado, edema, aumento de temperatura y eritema.
Para un diagnóstico acertado de una fractura por estrés, se debe realizar una completa exploración biomecánica, buscando principalmente desequilibrios musculares, debilidad, rigidez o disimetrías si la lesión se halla en miembros bilaterales.
La localización de este tipo de lesiones es especialmente difícil, ya que se suele confundir con lesiones musculares comunes (tendinitis, sobrecargas, etcétera). Por ello, el historial deportivo del paciente y su actividad diaria, tanto deportiva como laboral, puede ayudar a su detección. El diagnóstico temprano es esencial para evitar complicaciones y lograr un retorno deportivo lo antes posible.
Entre los estudios utilizados para diagnosticar las fracturas por estrés se encuentran:
- Radiología: poco efectiva para realizar un diagnóstico temprano, ya que detecta cambios óseos evidentes y en forma tardía.
- Centello grama óseo con tecnecio 99: estudio de medicina nuclear con alta sensibilidad para captar zonas de alto intercambio osteo-cálcico.
- Resonancia magnética: muy útil para el diagnóstico precoz evidenciando áreas de edema óseo medular, así como partes blandas adyacentes.
- TAC: es el método de más alta especificidad, por la definición de la estructura ósea y resolución espacial.
- Tipos de fracturas por estrés.
Los deportistas son el rango de la sociedad con mayor posibilidad de sufrir este tipo de lesiones. Por el origen y el mecanismo de producción, las fracturas por estrés nacen en función de la actividad que se desarrolle, de esta forma se puede hacer una clasificación según el deporte practicado y sus estructuras más expuestas:
- Voleibol: tibia, metatarso y cúbito.
- Danza o fútbol: metatarso.
- Maratonistas: tibia, metatarso y pelvis.
- Baloncesto: primera costilla.
- Golf: costillas inferiores.
Por otro lado, las fracturas por estrés también pueden ser catalogadas siguiendo criterios específicos: la zona afectada, el tiempo de curación, la posibilidad de complicaciones como retraso de consolidación, pseudo artrosis o soldado de fractura en casos de lesiones parciales. En función de estos criterios se pueden clasificar en dos grandes grupos:
Fracturas de bajo riesgo
Tienen un pronóstico favorable, tratadas con la simple rescisión de la actividad. Por ejemplo: extremidad superior (clavícula, escápula, húmero, cúbito, radio, escafoides, metacarpianos…), costillas, vértebras lumbares, pelvis, fémur (diáfisis), tibia (diáfisis), peroné, calcáneo.
Fracturas de alto riesgo
Mayor posibilidad de retardo de consolidación o pseudo artrosis, especialmente si el diagnóstico es tardío. Por ejemplo: fémur (cuello), tibia (maléolo tibial), astrágalo, escafoides tarsiano, metatarsiano (base). Tratamiento de una fractura por estrés.
A grandes rasgos, el tratamiento consiste en separar al paciente de su actividad deportiva e identificar y corregir los factores predisponentes. Posteriormente, de acuerdo a cada fractura en particular, hay que evaluar la conveniencia o no de inmovilizar la zona afectada. El protocolo ante este tipo de lesiones se focaliza en realizar actividades de bajo o nulo impacto como las que se realizan en piscina. La realización de ejercicios en gimnasio también favorece la recuperación de estas fracturas, ya que no implican traumatismo para la estructura ósea dañada.
Paralelamente, se avanza en la rehabilitación fisioterapéutica hasta que ceda el dolor, antes de reiniciar las actividades deportivas habituales en forma gradual. Es primordial, en todos los casos, respetar los tiempos biológicos hasta la recuperación total de estas fracturas y el retorno gradual para evitar recidivas.
Por otro lado, los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) pueden aliviar el dolor aunque existen serias dudas sobre su uso para las fracturas por estrés, debido a su posible afectación adversa a la cicatrización de dicha fractura. Por lo tanto, el reposo es lo más importante cuando se presenta una fractura de este tipo. Esto incluye evitar la actividad que causó la fractura y otras actividades que causen dolor. El tiempo de reposo necesario se sitúa entre las seis y ocho semanas.
Prevención de una fractura por estrés
Debido al concepto óseo de esta lesión, no existe sistema alguno de prevención estandarizado. Un buen calentamiento antes de comenzar las rutinas físicas, una dieta rica en calcio y minerales, una ordenada adecuación a la carga de entrenamientos así como respetar los tiempos de descanso entre esfuerzos, pueden ser consejos útiles a la hora de prevenir este tipo de afectaciones.